sábado, 2 de setembro de 2017

SABOR A EVANGELIO
LAS PARADOJAS DEL SEGUIMIENTO

Lo esencial cabe en las alas de un colibrí. José Martí
En memoria agradecida de Mons. José María Pires (╬)
La vida nos sorprende con mil sabores: con el sabor del dolor, el de la alegría, el de la tristeza... ¡Tantos sabores! ¿Será que el Evangelio, en este contexto actual, podrá mostrar su sabor como condimento de la vida, en la lucha por la justicia, en la defensa de los Derechos Humanos, en el diálogo fraterno y la solidaridad universal, en la búsqueda de educación y salud para todos, en la resistencia y en el sueño de una humanidad libre y liberadora, fraterna y justa?
El lado duro del Evangelio
Sorprendido quedé yo, al participar de un retiro en Brasilia, durante el curso de preparación para la misión, cuando un sacerdote del Verbo Divino inició el encuentro con una pregunta: ¿Qué hacéis vosotros con el lado duro del Evangelio? ¿Cómo os relacionáis con esos textos? Yo sabía que había textos difíciles de entender, pero yo los dejaba para otro momento para estudiarlos y profundizarlos, pues por lo general no debían ser para mí una cuestión de vida o muerte. Aquella pregunta me asalta de vez en cuando, sobre todo cuando en un encuentro bíblico en Barcelona, en las Adoratrices de Horta, con setenta personas estábamos trabajando el capítulo sexto de Lucas. Ya habíamos acabado y al salir, una señora me llamó. Quería hablar conmigo. Ella se había topado con uno de esos textos del “lado duro del Evangelio” y había tomado una actitud firme. Había descubierto en la lectura que Jesus pedía amar los enemigos, perdonar de corazón, ser misericordiosos como el Padre... ¡Eso era imposible! Así que decidió ir a la terraza, pegar la escalera y poner su biblia de castigo encima del armario. Eso sí, solamente por una semana, pues luego sentía falta cada día para echar un vistazo, refrescar la vida y el corazón, para recibir luz y fuerza para enfrentar los desafíos de la jornada. Pilar Moreno había descubierto ese lado duro del Evangelio y que exige de cada persona tomar una postura en la vida
A partir de entonces Jesús comenzó a explicar a los discípulos
Mateo en su presentación del Mesías, llega a un momento que habla muy claro y expone las exigencias del seguimiento para todo discípulo: es necesario asumir el estilo de vida del Maestro, seguir sus pasos, sus opciones de vida, entrar en la lógica de Dios que pasa por caminos insospechados, que regularmente no son los nuestros (Is 55,9-10). A partir de entonces comenzó a explicar a los discípulos que habría de ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y al tercer día resucitar. Esta palabra de Jesus puede sorprendernos a primera vista, pero el evangelista ya nos ha ido diciendo a lo largo del evangelio que la trayectoria de Jesus, Salvador, Emanuel, Mesías, está plagada de sobresaltos desde el comienzo, con Herodes, toda Jerusalén, la huida a Egipto, la vuelta y la sorpresa de nuevo y entonces se van para Nazaret. Eso en los dos primeros capítulos. Luego destaca en tres lugares que Jesus se aleja de los dirigentes de Israel: 14,13; 15,21 y 16,4.
Nosotros, muchas veces, como Pedro estaríamos dispuestos también a llevárnoslo aparte y decirle con buenas palabras e intenciones: ¡Dios te libre, Señor! ¡No te sucederá tal cosa! Y Jesús nos vuelve a repetir en los días actuales: ¡Vete atrás! Tu identidad y misión es el seguimiento del Maestro y no anticiparte al proyecto de Dios.

Entonces Jesús aprovecha para dejar las cosas claras: Quien quiera seguirme que se niegue a sí, cargue con su cruz y me siga. Son palabras lapidarias que no necesitan muchas explicaciones. Requieren una pausa existencial para contemplarlas en toda su profundidad, alegría y transcendencia, pues a lo largo de la historia ese núcleo esencial del discipulado fue desencajado o tomado fuera del contexto y dio lugar a no pocas interpretaciones unilaterales para la vida espiritual de tantos cristianos. Brevemente: Seguir a Jesús exige querer seguirlo, de verdad, lo que conlleva “negarse a sí mismo”. Cargar con la cruz: no es inventar cruces, mas aceptar aquellas que la vocación e misión nos traen, como acompañaron la vida de Pablo y de tantos misioneros itinerantes.
Esas palabras “duras” del Evangelio del seguimiento son explicadas de otra manera por el mismo Jesús, aunque de modo paradójico, como la vida misma nos muestra por tantos caminos: Quien se empeñe en salvar la vida la perderá. El labrador que guarda tanto su trigo en el granero y no lo siembra, no conoce la alegría de la cosecha. El que lo siembra, algunas veces con lágrimas (Sal 126,5) pero muchas más con alegría y esperanza (St 5,7) recoge gavillas granadas para compartir con la familia, con los vecinos y los pobres. Es importante jugarse la vida en algo que valga la pena, no desperdiciarla atrás de falsos oropeles. Jesús nos alerta para no malgastarla por caminos que no llevan a ninguna parte y mucho menos a aquella felicidad de publicidad que acaba antes del anuncio. Jesús nos propone un camino y una promesa de felicidad: El Evangelio del Reino de Dios.
El Evangelio es colirio de Dios
El Evangelio no es publicidad, propaganda comercial o algo por el estilo. El Evangelio no es eslogan fácil para que todos lo repitan a coro, a ritmo de tambor, en la fiesta loca del sábado noche. Evangelio no es un decreto firmado ante las cámaras de TV. Pero ¿qué es, entonces y, en definitiva, el Evangelio? Evangelio es bálsamo, es aceite y vino sobre las heridas crónicas de un pueblo aplastado por la opresión, la codicia y el poder injusto. Evangelio es denuncia de la “generación malvada y perversa” que mata con una sonrisa, a la entrada y a la salida y también durante la trayectoria: ¡antes, durante y después! ¡Evangelio es mirar el mundo con un corazón nuevo! Evangelio es un colirio para ver que este mundo, así como está, no es aquél que Dios quiere y por tanto, debemos estar dispuestos a luchar y entregar la propia vida para conseguirlo.

Sabor de Vida Nueva
 El Evangelio tiene un gusto diferente, tiene otro sabor: de Cristo, el Viviente, Señor de la Vida (Lc 24,1-12; Ap 1,10-20). Sabor de la novedad de Dios: de creatividad del pueblo, de alegría de mujer que encuentra su dinero perdido, de levadura viva, de vida en la Vida, de vida hasta la muerte, de vida que enfrenta la muerte, de vida que vence a la muerte y a los escuadrones de la muerte (Ap 18-19).
Evangelio no es sonrisa de película o de propaganda. No es la danza del momento que se deja de lado en el próximo carnaval o en el siguiente concurso de verano. Evangelio es cosa seria, tan seria que es Evangelio: Buena Noticia para los pobres, los ciegos, los cojos, los explotados, los sin tierra, los encarcelados, y hasta para los poderosos y arrogantes si de verdad quieren acoger esa revolución escondida en la palabra de Jesús: “Cambiad de vida. Compartid. Dejad actuar a Dios en vosotros. ¡Creed de lleno en el Evangelio!” (Mc 1,14-15).

Evangelio no es adorno de aniversario. Evangelio es dignidad, es respeto por las personas, por la libertad de ir y venir, por la naturaleza, y es el derecho de exigir ese derecho. Evangelio es libertad. Es simiente de liberación (Jn 8,32.36; Gl 5,1.13). Es proceso eterno de esfuerzo gratuito y sereno en la viña de Dios (Mt 20,1-16). Evangelio es tarta sabrosa en la fiesta nueva de la Justicia. Evangelio es llevar vida a un mundo que muere sin fe - ¡que dice no creer más en nada! -, sin justicia, sin dignidad, sin sueños. Evangelio es entrar en esa dinámica de “ven y sígueme”. Esa es la invitación de Jesús. El que quiera seguirme, cargue con su cruz y me siga. El camino de la Luz pasa por la Cruz, pero no se para ahí. No lo olvidemos: el grano de trigo que muere no acaba en el surco, sino en la espiga granada que alegra el labrador y los niños que ven los carros cargados de mieses. La vida no acaba en la muerte: ¡acaba en Resurrección!
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GASTAR LA VIDA

Jesucristo ha dicho:
“Quien quiera economizar su vida, la perderá;
y quien la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida,
entregarla sin reservas.

Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía...
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.

Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.

Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.

Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño,
como el sudor humilde del sembrador.

Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos llenos de lágrimas.
Luis Espinal

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Justino Martínez Pérez – Missionário Comboniano
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